JORGE RAYA
Estudiante de Periodismo en la Universidad Cardenal Herrera-CEU. Sin experiencia pero con vocación. Aficionado del cine, la música, la literatura y el fútbol cuando es auténtico. Será por la inocencia de mi juventud, pero todavía creo en el buen periodismo.
La pasada semana, recibimos un invitado de excepción en el aula. Un personaje con presencia y una trayectoria corta pero intensa dentro de la política. Y como todo político de cierto rango, Jorge Alarte, ex secretario general del Partido Socialista valenciano, entró en la sala con rostro alegre y sonrisa aparentemente ingenua e inocente. Nada más lejos de la realidad. Alarte era plenamente consciente de dónde se había metido.
Las preguntas fueron claras y directas. Al menos en su mayoría. Sus respuestas, opacas e inconclusas. Se le preguntó por sus desorbitados salarios de origen público. Se le cuestionó respecto a su acción (o inacción) en el caso de Radio Televisión Valenciana. Quedaron dudas en cuanto a su poder e influencia en el seno del partido. Tampoco aclaró su postura respecto al futuro de los socialistas valencianos. Tan solo evidenció su incondicional apoyo al veterano Rubalcaba, un Rubalcaba que, en los últimos tiempos, está siendo duramente machacado por la opinión pública. Cuestión de corresponsabilidad.
Entonces, ¿qué cambió Alarte durante su gestión? Casi nada. Y no lo afirma el aquí escribiente sino el sujeto en cuestión. El señor Alarte no pareció tener tiempo ni para evitar el desmantelamiento de lo público ni para sacar del poder a un Gobierno salpicado por numerosos de casos corrupción. Quizá por ello se sienta identificado con el debilitado Rubalcaba, incapaz de enfrentarse a un Ejecutivo que nos prometió el paraíso y nos ha desterrado al más tenebroso de los infiernos.
Si algo caracterizó al discurso de Jorge Alarte fue su postura radicalmente contraria a la gestión de los populares. Tal es su rechazo hacia esta fuerza, tal es su rehúsa, que realizó un símil entre la sede del Partido Popular y un cuarto con humedades. Según Alarte, habría que presionar al PP para que abandonara el poder “sea como sea”. Abrir las ventanas y dejar que se ventile, que después de veinte años ya huele a húmedo. Quizá debiera mirar de puertas para dentro, abrir los cajones, sacar los papeles y hablar con claridad sobre los asuntos que conciernen a los socialistas. Pero su tiempo ya pasó. Al menos de cara a la imagen pública, pues todavía ocupa un asiento en les Corts por valor de 36.616,06€ anuales. La mitad de lo que cobraba como líder de la oposición valenciana. Sueldo que, por cierto, prometió rebajárselo en un 10%. Y no lo cumplió. Únicamente cuando éste fue rebajado por Zapatero —como también lo hiciera con todo el funcionariado estatal—, aunque sin llegar al porcentaje apalabrado.
Actualmente, Alarte ejerce como abogado, y no piensa volver a la política. Jamás. Ni como líder del Partido Socialista nacional. Jamás. Su vocación es la abogacía; su hobby, la política. Los tiempos de dedicación a la polis ya pasaron, al menos para ocupar cargos de relevancia. La fuga de 8.000 militantes desde su acceso a la cúpula resultaron más que suficientes para que advirtiera que el apoyo de sus compañeros no era tan férreo como pensaba.
Quizá debiera retomarse la regeneración que propusiera Alarte como eslogan. Quizá la solución para revertir la delicada situación del PSPV únicamente pase por abrir la sede y dejar que el aura se purifique. Que se ventile la sala y entre aire nuevo, puro y casto. Porque con un cambio de siglas no basta.