La medicalización es el proceso por el cual algunas situaciones de la vida diaria se transforman en problemas médicos y se etiqueta a los pacientes según una enfermedad innecesariamente. En el caso de los niños, esto puede suponer a la larga que dependan en exceso del sistema sanitario y se vean estigmatizados y perciban mal su enfermedad. En ese sentido, la doctora Carmen Martínez González, pediatra de Atención Primaria (AP) de Madrid, ha señalado en el 10º Curso de Actualización de Pediatría de AP, organizado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), que la medicalización “es un acto médico inapropiado e innecesario, que no mejora la calidad de vida del niño, aportando solo una explicación a un problema en términos médicos”.
Esta doctora afirma que puede llevar también a la sobreprotección de los niños, y que estos pueden verse como más enfermos de lo que realmente están, por lo que es fundamental fomentar el autocuidado y la tolerancia frente a muchos problemas que no llegan a ser enfermedades.
Además, señala esta experta, ocasiona gastos para el sistema sanitario e inversión de tiempo y dedicación para la familia porque algunos hallazgos casuales obligan a continuar realizando estudios. Esta tendencia y la prisa por el diagnóstico precoz pueden llevar a transformar muchos problemas que son personales, educativos y sociales en problemas médicos.
Para la Dra. Martínez González, etiquetar al niño con una enfermedad de manera innecesaria puede tener un impacto negativo sobre su salud mental o su desarrollo evolutivo, y frenar sus recursos individuales y colectivos: “el niño no sólo está creciendo en términos biológicos, sino construyendo una subjetividad que puede organizarse de forma defensiva, ocultando su verdadera manera de ser, para adaptarse y organizar su personalidad frente a un diagnóstico innecesario, que le marca como diferente y no precisamente mejor”.
Por todo ello la pediatra recuerda la importancia del uso del lenguaje médico, que no debe alarmar, sino tener un efecto terapéutico y normalizador.
La contaminación ambiental perjudica la salud respiratoria infantil
Otro de los temas que se han tratado en el 10º Curso de Actualización de Pediatría de AP de la AEPap es la contaminación ambiental y cómo afecta a la salud respiratoria de la población infantil. Se ha demostrado que algunos compuestos químicos, contaminantes ambientales, pueden afectar a la salud de los niños cuando estos se exponen a ellos a través del aire, el agua, el suelo o los alimentos. La exposición infantil a estos contaminantes ha contribuido a un cambio en las patologías pediátricas y al incremento en la incidencia de algunas enfermedades crónicas como el Asma y la alergia.
Así, hoy en día, aproximadamente una cuarta parte de la carga global de estas enfermedades puede ser atribuida a factores ambientales y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños menores de cinco años soportan más del 40% de ella.
Según la doctora Marieta Fernández Cabrera, profesora en la Universidad de Granada, los niños son especialmente vulnerables por su inmadurez anatómica y fisiológica: “la incidencia de patologías como el asma, las dificultades en el aprendizaje, las malformaciones congénitas y el cáncer han aumentado en la población infantil de forma paralela al desarrollo económico”.
Así, se ha demostrado que este tipo de contaminación está relacionada con una disminución de la función pulmonar y/o un incremento de las afecciones respiratorias, como el asma y las alergias, o con efectos adversos al nacimiento o alteraciones del desarrollo neurocognitivo. Según la experta, “las enfermedades alérgicas se han multiplicado por cuatro en los últimos 30 años, y se calcula que actualmente el 25% de los niños desarrollan alguna en algún momento de su crecimiento”.
En ese sentido, el proyecto Infancia y Medio Ambiente (INMA), financiado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), está estudiando el efecto de los contaminantes ambientales más importantes durante el embarazo y el inicio de la vida.
Los resultados de INMA muestran que la población infantil general española está expuesta de manera inadvertida a múltiples compuestos químicos, tanto durante su desarrollo fetal como en los primeros años de su vida, lo que podría tener consecuencias adversas sobre su salud.
Por ejemplo, una mayor concentración sanguínea de diclorodifenildicloroetileno (DDE), un contaminante persistente que puede transportarse por el aire durante el embarazo incrementa en los hijos el riesgo de infecciones de las vías respiratorias bajas y sibilancias (el sonido que hace el aire al pasar por las vías estrechadas) durante el primer año de vida.
El seguimiento de la cohorte permitirá investigar efectos a largo plazo de exposiciones tempranas y por tanto actuar preventivamente aconsejando actitudes y hábitos de menor riesgo en nuestra sociedad.
Mientras tanto, la doctora Fernández Cabrera sugiere que “se deberían hacer públicos los riesgos que
puede tener la exposición a determinados contaminantes ambientales sobre la salud de la población infantil”. Vademecum.