JORGE RAYA
Estudiante de Periodismo en la Universidad Cardenal Herrera-CEU. Sin experiencia pero con vocación. Aficionado del cine, la música, la literatura y el fútbol cuando es auténtico. Será por la inocencia de mi juventud, pero todavía creo en el buen periodismo.
Agarrado al sillón, aleccionando sobre moralidad y exigiendo responsabilidades (sin asumir las propias). Repitiendo y denunciando hasta la extenuación lo mal que están los españoles, lo injusta que es Europa y lo virulentos que son los bancos. Siete años y dos legislaturas no han sido suficientes para que Rubalcaba advirtiera el problema que se nos venía encima. Sin embargo, un mísero año liderando la oposición han bastado para hacer uso de su arsenal demagógico y tratar de desbancar a un Gobierno conservador vapuleado por la opinión pública.
Mientras habla de regenerar el partido, no duda en taponar las vías de acceso al poder y condenar a su partido a una muerte más que anunciada. Incapaz de sacrificar su figura por el bien de los socialistas, insiste en mantenerse en su sitio para ocuparse él mismo de tal proceso. Y los resultados no han tardado en llegar. La última de sus iniciativas ha pasado por el cambio de siglas. Si se piensa con detención, resulta incluso cómico. Ahora pretende que el PSOE pase a llamarse PSE-PSOE. O, dicho de otro modo, Partido Socialista Europeo. Habría que preguntar a los socialdemócratas europeos si están dispuestos a que su nombre sea vinculado al de los socialistas españoles, o al menos a los vestigios que todavía permanecen en pie de los mismos. Si decidieran hacer un ejercicio de honestidad y buenhacer democrático, reconocerían de manera definitiva el fracaso de la gestión zapaterista y reconstruirían el partido con un modelo más democrático y participativo. Sin embargo, acomodados por las facilidades y privilegios que ofrece la vida política en sus altas esferas, frenan cualquier intención de cambio que pueda emerger entre sus filas.
Rubalcaba continúa con su argumento; rico en monserga, pobre en fundamento. Resiste ferozmente desde el fuerte y amenaza con no rendirse. Ni siquiera las graves acusaciones vertidas sobre el Partido Popular son suficientes para mitigar con la situación y recuperar algunos votos. Más allá de lo dictaminado por las estadísticas, que reflejan una caída de cinco puntos en la intención de voto para el PSOE desde las pasadas elecciones, la frustración popular y la manifiesta torpeza socialista a la hora de ofrecer soluciones a los problemas derivados, entre otras cosas, de su nefasta gestión, caldean un ambiente empañado por la elevada tasa de desempleo, los recortes en partidas sociales, los innumerables desahucios diarios y los grandes escándalos de corrupción nacionales.
Si de Rubalcaba depende el cambio de rumbo de la democracia española, mal vamos. Si de algo no cabe la menor duda es que los términos socialismo y futuro no pueden continuar unidos, no mientras sigan ligados a la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba.