JORGE RAYA
Estudiante de Periodismo en la Universidad Cardenal Herrera-CEU. Sin experiencia pero con vocación. Aficionado del cine, la música, la literatura y el fútbol cuando es auténtico. Será por la inocencia de mi juventud, pero todavía creo en el buen periodismo.
Todavía no salgo del asombro. Un partido político húngaro, de ideología nacionalsocialista, ha solicitado la elaboración de una pormenorizada “lista de judíos” alertando del “riesgo” que suponen para la “seguridad nacional”. Sigo leyendo al respecto y no hago más que alarmarme, cuanto menos, de la estupidez expandida entre un sector cada vez más amplio de la sociedad de Hungría (y del resto de Europa). Porque esto lo ha dicho un diputado de Jobbik, un grupo político que ocupa 44 escaños en un Parlamento de 386. Y porque Jobbik es la tercera fuerza política de Hungría, con todo lo que ello supone.
La impulsividad humana no dejará jamás de sorprenderme. Ha sido suficiente con un severo golpe en la estructura económica europea para incentivar el resurgimiento de los olvidados movimientos nacionalistas, tan impregnados todos ellos de xenofobia y sectarismo, en un viejo continente asfixiado por la deuda y carente de ideas revitalizantes y renovadoras. Ahí están en Grecia los matones de Amanecer Dorado, con su culto al líder y sus discursos racistas. O los grupos radicales holandeses, o los finlandeses, o los suecos, tan sumergidos en su bienestar social que achacan cualquier mal nacional a las minorías gitanas o a los inmigrantes árabes. O los fascistas españoles e italianos, que siguen ahí porque nunca se fueron. Lo que hay que ver. Populistas y oportunistas por doquier. Justo cuando el mundo se globaliza, los europeos insistimos en remarcar nuestras diferencias. Tan distintos todos nosotros al resto de terrícolas. Tantos años de historia pesan, aun sabiendo que nuestra tozudez y egocentrismo amenaza con destruir un proyecto llamado Unión Europea.
Me pregunto qué rondará por la cabeza de esos diputados de Jobbik –y de sus votantes- cuando manifiestan que la comunidad judía desafía su seguridad nacional, y más siendo de conocimiento público que un tercio de los hebreos asesinados durante el Holocausto nazi eran de nacionalidad húngara. Qué barbaridad. Que un grupo tan amplio de ignorantes de primera categoría pueda lavar el cerebro de tantos miles de personas en toda Europa da que pensar. Y que semejantes animaladas procedan de la región que presume ser la más desarrollada entre el resto de civilizaciones también debiera invitar a la reflexión. La crisis como caldo de cultivo para el racismo y la estupidez. Fíjense en Grecia, o en Italia, o en España, pero también en los países escandinavos y centroeuropeos, donde estos descerebrados llevan tan largo tiempo implantados y respaldados por una fiel masa de seguidores.
Todavía no estamos tan hundidos como los griegos o los portugueses, pero cuando comiencen a reconocer a más ignorantes musculados que políticos coherentes, tiemblen. De hecho, yo ya lo hago.