Los pacientes, familiares y profesionales que han participado en la mesa redonda de la tercera jornada del curso «Comunicación para la salud centrada en las personas: hacia un abordaje interdisciplinario» de la Universitat d’Estiu de la UJI, moderada por la especialista en Psicología Clínica de la Universitat de València Vicenta Almonacid, han coincidido en señalar el valor y la positiva repercusión que tiene una fluida comunicación entre los profesionales sanitarios y las personas enfermas.
En la primera intervención, la enfermera y paciente, Matilde Saurí, ha explicado el trabajo desarrollado desde la Asociación Carena, de la que también es presidenta, una agrupación sin ánimo de lucro que proporciona, desde 1996, apoyo psicológico a personas en proceso de enfermedad grave, final de vida o duelo, y a sus familiares. Saurí ha asegurado que es un «sinsentido que no exista formación en comunicación de los profesionales sanitarios cuando su trabajo es estar continuamente con las personas» y se ha pedido que se incluyan asignaturas o módulos que las contemplen, como ya se ha hecho en la universidad pública de Castelló.
Feli, paciente oncológica desde hace casi dos décadas, ha explicado que al principio de su enfermedad necesitaba «empatía y cariño por parte del personal medico-sanitario» pero que en este momento lo que valora son tres cosas «el rigor y la información detallada; la rapidez en los cambios de tratamiento; y una franqueza y sinceridad cuando te explican los efectos secundarios y las expectativas». Feli ha indicado también que la confianza y la seguridad con el personal sanitario favorece la adaptación del paciente a su enfermedad y ha reclamado más información respecto a los efectos secundarios de los tratamientos y a las alternativas que existen para mejorar el bienestar del paciente.
En el caso de Ana, enferma de cáncer de ovario, la comunicación con el responsable de su tratamiento no ha sido tan fluida y le ha costado hacerle entender que ella, como afectada, necesitaba mucha información sobre su tratamiento, sus efectos y las expectativas, «aunque no cambiaría de facultativo» ha asegurado. En su opinión, los profesionales disponen de poco tiempo para revisar los expedientes, «echo de menos que los médicos tengan tiempo para revisar la historia y tus circunstancias un poco antes de que entres en la consulta». Considera importante el cariño y la cercanía del equipo medico-sanitario, aunque «es difícil, entre las visites programadas, realizar consultas puntuales sobre los efectos secundarios».
Para Manuel, la experiencia comunicativa en sus diferentes procesos ha sido un poco negativa, porque ha tenido la impresión que no se le ha hecho llegar toda la información necesaria para tomar las decisiones más acordes con su forma de pensar y que, incluso, en ocasiones, la información proporcionada le ha creado más dudas que soluciones. Manuel permitió que se grabara una de sus intervenciones en vídeo para mostrarla en un congreso porque «es fundamental el intercambio de experiencias para avanzar en los tratamientos».
Por último, Matilde, familiar de una persona que sufrió un aneurisma, ha relatado una experiencia desgarradora en que ha explicado que en su caso se han mezclado una posible mala praxis con carencia de información sobre las alternativas y consecuencias sobre cada una de ellas. Matilde ha comentado que haría falta que el personal médico fuera más consciente que «detrás de las dolencias hay personas» y que es necesaria mucha más formación en comunicación para ofrecer respuestas «a las personas enfermas y también a los familiares».
Después de un debate entre los asistentes y los participantes en la mesa, uno de los directores del curso, el profesor Vicent Montalt, ha asegurado que «la palabra es terapéutica y contra terapéutica y las palabras quedan en la memoria cognitiva y emocional». Montalt ha indicado que la «efectividad de la comunicación pasa por la afectividad, y que sin esta, la comunicación no es eficaz». UJI