El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) ha presentado un nuevo informe sobre la pandemia de Covid-19 que revela la peligrosa situación de la oferta global de enfermeras y cómo muchísimos estados más pobres se han quedado con menos enfermeras de las que necesitan. En este mismo informe, el CIE pide que se tengan plenamente en consideración las implicaciones de la pandemia de COVID-19 en la movilidad de las enfermeras.
El informe, que sólo está disponible en inglés, elaborado por el profesor James Buchan, profesor adjunto, Universidad Tecnológica de Sidney, y el director general del CIE, Howard Catton, pone de manifiesto que si los países de renta alta siguen reclutando grandes cantidades de enfermeras en el extranjero, perjudicarán la capacidad de los de renta baja y media de enfrentarse al virus y debilitarán peligrosamente sus sistemas de salud.
El informe argumenta que los países de renta alta han de formar a suficientes enfermeras para satisfacer sus propias necesidades de forma que los de renta baja tengan buenas posibilidades de sobrellevar la pandemia. El mundo se está enfrentando a una escasez mundial de casi seis millones de enfermeras, la amplia mayoría de las cuales, el 89%, se encuentra en países de renta baja y media. El informe señala, además, grandes variaciones entre países en relación con el número de enfermeras que se forman cada año, lo cual ha provocado que una de cada ocho enfermeras, aproximadamente 3,5 millones, trabaje en un país diferente de aquel en el que ha nacido o se ha formado.
El informe del CIE indica que, de no producirse un cambio radical en el número de enfermeras formadas en países de renta alta de manera que estos finalmente progresen hacia la autosuficiencia, los países más pobres continuarán sufriendo y perdiendo enfermeras por aceptar estos puestos de trabajo en el extranjero, además de seguir padeciendo dificultades para cubrir las necesidades de sus propios sistemas de salud.
Catton señala que una de cada ocho enfermeras, lo que supone 3,5 millones, está viviendo y trabajando en un país diferente de aquel en el que ha nacido o ha finalizado su formación. Según Catton, esta situación se produce porque muchas naciones más ricas están complementando su número inadecuado de enfermeras con un flujo internacional de entrada generando así la antítesis de la autosuficiencia.
Por su parte, Buchan ha recalcado que “existe el peligro real de que algunos países de renta alta retomen sus prácticas previas a la llegada del COVID-19 de reforzar su personal de enfermería contratando enfermeras del extranjero en lugar de priorizar la consecución de una capacidad de formación adecuada a nivel nacional, así como de mejorar la retención de las enfermeras y el atractivo de la enfermería como carrera”.
En este sentido, Catton ha aseverado que “la pandemia ha demostrado que las carencias de enfermeras son tan importantes que deben figurar en los registros de riesgos nacionales de los países”. “No tener suficientes enfermeras supone un gran riesgo no solo en relación con la salud de la población, sino también con la economía y las normas y libertades sociales”, concluyó. CIE