Aunque estudios europeos como «Pain in Europe» sitúen la prevalencia del dolor en nuestro país en torno al 11% de la población, la Sociedad Española del Dolor afirma que la cifra está subestimada por razones de carácter cultural y que, en realidad, cerca del 25% de la población española padece algún tipo de dolor crónico. Además, en el 29% de los casos este dolor conlleva asociada un problema de salud mental, como la depresión.
En este sentido, estos datos se agudizan en la población mayor de 65 años, que pueden llegar a padecer dolor crónico hasta el 80% de los mayores. Los pacientes ancianos requieren de una cuidadosa evaluación del dolor y de un manejo adecuado, desde la visión multidisciplinar y teniendo en cuenta que es un colectivo preferente.
«Estos datos suponen todo un reto para el profesional sanitario, por los múltiples factores que inciden en ellos, como la pluripatología, polifarmacia, problemas de adhesión a los tratamiento, e incluso la ausencia de soporte familiar», tal y como ha destacado el director general de Ordenación y Asistencia Sanitaria de la conselleria de Sanitat, Guillermo Ferrán, durante la inauguración de la VIII Jornada anual «El dolor es evitable», donde se ha presentado el monográfico «Envejecimiento y dolor: Calidad de vida en la Tercera Edad».
Desde el punto de vista científico, el abordaje individual del tratamiento del dolor ha evolucionado, tanto desde la vertiente farmacológica como en técnicas y tecnología con el objetivo de reducirlo. De hecho, el abordaje del dolor es un indicador de modernidad en los sistemas sanitarios y manifiestan su compromiso con la ética, tal y como indica la Organización Mundial de la Salud.
En el caso de los ancianos, los profesionales están ante retos muy importantes, ya que este segmento de la población está excluido de los ensayos clínicos con analgésicos, que son los fármacos más frecuentes indicados para el tratamiento del dolor.
Menos del 3% de los pacientes de los ensayos clínicos randomizados para evaluar fármacos en el control del dolor son mayores de 65 años y en los mayores de 80 no existen estudios, y, sin embargo, son un grupo de alto riesgo que no debe recibir tratamientos no adecuados.
«Los pacientes ancianos, como otros adultos, requieren de una cuidadosa evaluación del dolor y de un manejo adecuado del dolor, desde la visión multidisciplinar y con una valoración integral, porque generalmente al dolor se une una pluripatología y una polimedicación que condicionan los resultados terapéuticos», ha señalado Guillermo Ferrán. Del mismo modo, el dolor crónico produce en quien lo padece un sufrimiento a veces insoportable, que afecta a su calidad de vida, mina su dignidad y lo hace muy vulnerable. GVA.