Uno de los peores enemigos de los pacientes con enfermedad renal crónica (ERC) es el carácter silente de la enfermedad. Frecuentemente, no advertimos ninguna manifestación clínica hasta que se ha producido una importante pérdida del funcionamiento renal. Llegados a este punto, infelizmente, no podemos revertir el deterioro, sin embargo, sin controlamos estrictamente los factores de riesgo cardiovascular, es posible ralentizar la progresión de la enfermedad renal crónica.
Por ello, es fundamental que aquellas personas que presenten uno o más de los llamados factores de riesgo cardiovascular como son la hipertensión arterial, diabetes mellitus, tabaquismo, sedentarismo, dislipemia, edad por encima de los 60 años o antecedentes familiares, se sometan a controles periódicos de función renal, ya que un diagnóstico precoz de la enfermedad se asocia a un mejora pronóstico de la misma.
Según el Dr. Javier Reque (*), Nefrólogo del hospital Nisa Rey Don Jaime de Castellón, las manifestaciones que puede producir la insuficiencia renal son múltiples y usualmente inespecíficas, entre ellas podemos destacar: cansancio, malestar general, debilidad de piernas, fatiga o sensación de falta de aire, alteraciones del ciclo sueño/vigilia, inapetencia, náuseas, vómitos, dolores de cabeza, picor generalizado, etc.
Los aspectos decisivos para tomar la decisión de ir al médico son la tensión arterial elevada, la hinchazón en los parpados, tobillos o manos el cambio en la orina: color de la orina, consistencia o en el olor de la orina y la aparición sangre o proteínas en la analítica de orina.
El riesgo de padecer enfermedad renal crónica
Los factores de riesgo cardiovascular que, pueden producir insuficiencia renal, se clasifican en 2 grandes grupos: No modificables y modificables. La edad, el sexo, los antecedentes familiares o el bajo peso al nacer (que puede asociarse a un menor número de nefronas funcionantes) , destacan entre los factores de riesgo no modificables.
Como habrá podido advertir el lector, la mayoría de los factores de riesgo cardiovascular son modificables. Muchos de ellos (la gran mayoría) modificables mediante cambios en el estilo de vida, como dejar el tabaco, llevar una vida activa, alimentación saludable e hidratación adecuada.
Otros, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, los cólicos renales repetidos, el crecimiento de la próstata y los niveles elevados de colesterol o ácido úrico entre otros, precisan, además de las modificaciones del estilo de vida señaladas anteriormente, de un seguimiento médico adecuado y periódico.
Los riñones son órganos fundamentales para mantener la homeostasis de nuestro organismo, además de filtrar la sangre de productos finales del metabolismo, entre otras muchas otras cosas los riñones: se encargan de regular el equilibrio de la sal y el agua, eliminan el exceso de minerales como fósforo o potasio, sintetizan hormonas que evitan la aparición de anemia, intervienen en el metabolismo de algunas vitaminas, regulando también, el metabolismo óseo y mineral. Por ello, es crucial detectar de la manera más precoz posible pequeñas disminuciones del funcionamiento renal.
Según la Sociedad Española de Nefrología, La enfermedad renal crónica (ERC) es un problema de salud pública importante que afecta aproximadamente al 10% de la población adulta española y a más del 20% de los mayores de 60 años. El problema se agudiza por la falta de diagnóstico que impide un control de la enfermedad en sus estadios iniciales. En personas con hipertensión arterial y/o diabetes, la cifra de afectados por enfermedad renal crónica se dispara hasta el 40%. Hospital Nisa Rey Don Jaime de Castellón / COECS.