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PARAÍSOS FISCALES

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JORGE RAYA

Estudiante de Periodismo en la Universidad Cardenal Herrera-CEU. Sin experiencia pero con vocación. Aficionado del cine, la música, la literatura y el fútbol cuando es auténtico. Será por la inocencia de mi juventud, pero todavía creo en el buen periodismo.

 

Un tercio de la riqueza mundial se encuentra escondida bajo el manto de los paraísos fiscales. Un tercio, con lo que ello supone en nuestros tiempos. Cien mil personas del mundo controlan el 20% de la producción global. Cien mil personas entre siete mil millones.

Benditos paraísos fiscales, cuna de la opacidad y la piratería, hogar de mafiosos y sinvergüenzas, cobijo legal para el dinero de traficantes de armas, drogas, órganos y todo cuanto pueda imaginarse. No importa de dónde proceda el dinero, lo importante es que llegue. Y cuanto más, mejor. Impuestos bajos y cuentas oscuras. Andorra , Islas Cook, Malta, San Marino, Anguila, Chipre, Islas Marshall, Seychelles, San Marino, Antigua y Barbuda , Dominica, Mauricio, Aruba, Gibraltar, Monaco, St. Kitts y Nevis, St. Lucia, Bahamas, Granada, Montserrat, St. Vincent and the Grenadines, Bahrein, Guernsey, Nauru, Turks y Caicos, Bermudas, Isla de Man, Antillas Holandesas, Islas Vírgenes, Belice, Jersey, Niue, Panamá, Vanuatu, Liberia, Islas Cayman, Liechtenstein y Samoa. También lo son Suiza o Luxemburgo, más allá de que sean reconocidos como tal por la Unión Europea. Miles de millones encubiertos con disimulo por las fortunas más importantes del planeta, aquellos cuyo poder sobrepasa cualquier frontera, cualquier país, cualquier gobierno. Juegan con nuestros interesas y manipulan el futuro de las sociedades. El liberalismo y la globalización como instrumentos para el desfalco y el escamoteo.

Frente a esta incalificable situación surge la figura de un hombre misterioso. Hervé Falciani tenía 35 años en 2005, cuando comenzó a trabajar para el Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) —uno de los holding financieros más importantes del mundo— como desarrollador informático en la sede suiza de la compañía. Todo marchaba según lo previsto, y su buena labor le garantizó la confianza absoluta de aquellos quienes lo contrataron para reforzar la seguridad del sistema informático de la corporación. Sin embargo, desconocían por completo la actividad paralela que el joven había iniciado. Copias de movimientos financieros, información confidencial de clientes, nombres y apellidos de evasores. Una serie de datos que podrían forzar el apocalipsis de los paraísos fiscales. Su plan fue avanzando y no sería hasta el 20 de marzo de 2008 que la banca suiza denunciara la supuesta trama relacionada con el tráfico de información por parte de Falciani. Aquí comienza una escapada que le llevaría hasta España, donde ahora mismo se encuentra cobijado y protegido por la policía y la justicia nacional.

Más allá de la andanza personal de este personaje, destaca la importancia de un hecho que podría cambiar el curso de la economía de tramposos que asfixia a Europa. La famosa lista elaborada por Falciani está compuesta por 3.000 cuentas bancarias opacas entre las que se encuentran 659 de origen español. La Hacienda pública  —también la francesa y la italiana— ya ha recibido  nombres, datos y cifras económicas ocultadas. Un entramado de varios miles de millones que se escaparon del fisco español y que ahora podrían florecer.

Sin embargo, es ahora cuando se crea un extraordinario dilema para el Ministerio de Hacienda, liderado por Cristóbal Montoro. ¿Deberían hacerse públicas las cuentas? Al fin y al cabo, esta gente es la que les elige, la que les financia, la que les garantiza los sueldazos cuando terminan su carrera política. Pero, ¿y si se filtraran los documentos y esta masa delictiva quedara expuesta ante la opinión pública? ¿Soportarían nuestros gobernantes la presión popular que el hecho acompañaría? ¿Hasta cuándo tolerarán las clases medias y bajas la impunidad de aquellos quienes amasan fortunas incalculables pero no pagan los impuestos pertinentes?

Alrededor de 32 billones de dólares se encuentran actualmente en paraíso fiscales, tal y como refleja el último informe de Intermon Oxfam. Sólo el 14% de las empresas del IBEX cotizan en nuestro país. Hasta el día en que la sociedad sea consciente de la gravedad del problema no se podrá iniciar un cambio que obligue al cierre inmediato de los paraísos fiscales. Si confiamos en que lo solucionen los  gobernantes que ahora nos representan —no sólo en España—, súbditos de las grandes fortunas mundiales, la coyuntura pasará a ser irreversible, y puede que para entonces ya sea demasiado tarde.

 

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